El cielo se viste de tules cristalinos. El aire es fresco besado por el céfiro matutino. La campiña está preñada de verdes esperanzas.
Hoy siento latir profundamente mi corazón; mi cuerpo se vuelve ligero como una pluma y se eleva por el aire, flotando sobre las lomas esmeraldas como águila señera que vigila sus dominios.
¡Qué serena belleza! ¡Qué intensa emoción recorre mi alma! Una blanca estela de pueblos se despliega ante mi vista, brillando luminosa bajo los rayos del sol. ¡Espejo surge con su ducal castillo como una nívea pirámide rodeada de verdes olivos!¡Montemayor se asemeja a un alba tortuga coronada! ¡Fernán Núñez como un pan blanco nacido de sus campos sudorosos! ¡Qué dorada y preciosa veo a Montilla apenas asomada al mirador de sus vides malaquitas! ¡Aguilar descansa acostada entre las lomas, junto a su hermosa laguna de Zoñar! Continúo mi vuelo hacia el sur acariciado por el silbo del aire sonoroso que acaricia las plumas de mis alas. ¡Dulces aromas de membrillo me señalan que vuelo sobre el febril Puente Genil! Giro hacia el este; ¡me deslumbro ante Lucena que me aparece como una blanca alfombra tendida a los pies de su Virgen de Araceli! Vuelo sobre la ermita y ¡qué maravilloso panorama se extiende alrededor!¡Lomas cerros y hondonadas conforman una vista impresionante! ¡Me acerco a Cabra que ríe y canta como el agua de su río y de su cristalina fuente! Asciendo por los aires y rodeo el blanco santuario de la Virgen de la Sierra. ¡Qué navas tan umbrosas contemplo en sus alturas! Unas fuertes ráfagas de viento me alejan hacia el sur . ¡Apiñada en una loma, blanqueando como un lirio, distingo a Rute! ¡Olores de canela y chocolate, de anisados y pestiños, me envuelven con su aroma embriagando mis sentidos! ¡Muy cerca diviso a Iznajar que se yergue orgulloso sobre el espejo plateado de las aguas de su lago!
¡Qué hermosos son los paisajes que contemplo! ¡Los olivos formando largas hileras que se cruzan y entrecruzan formando un intricado laberinto! ¡Las verdes alfombras de trigales, las tierras albarizas, las rosadas canteras de mármol en los peñascales egabrenses, los lagares y cortijos que, como blancas motas en el verdor de los cultivos, visten a los campos de un atractivo traje de lunares....!
Me elevo aún más arriba. Rozo los tenues celajes de los cirros. Las lejanas sierras cenicientas, los prieguenses cerros ocres y azules, la altiva Tiñosa que airosa se destaca sobre sus faldas de olivares, los arroyos que verdean con sus líquidas corbatas de plata... todo se va difuminando bañado por los cálidos vapores de la húmeda tierra que respira.
Las agrestes montañas no parecen tener elevación. Así son- pienso para mí- los humanos avatares; moles gigantescas observadas desde abajo; simples colinas vistos desde otras perspectivas...
¡Qué silencio tan sonoro!
¡Qué paz tan serena y sosegada!
¡Qué murmullo tan dulce y rumoroso...!
¡Cuántas veces, cual águila avisora, he volado sobre vosotros! ¡Campos de Córdoba! ¡Verdes olivares, oscuros encinares, viñedos esmeraldas, alfombras de trigales, amarillos girasoles, campiñas de esperanza, agrestes montañas cárdenas y azules...! ¡En mis ojos de águila, con corazón humano, se han sembrado para siempre la vid, el trigo y los olivos!
¡Tierras de Córdoba formáis parte de mi ser!
Aguilar 28 de abril de 1986