Desde la sierra hasta el río,
preciosa alfombra dorada,
Córdoba desprende magia
romana, mora y cristiana.
Como una mujer hermosa
luce muy bellas alhajas;
la primera es la mezquita,
diamante de sus aljamas.
Como brillante pulido
fue el palacio de Azahara;
a todo el orbe llegó
el destello de su fama.
El alcázar se presenta
como dorada esmeralda,
en el río se reflejan
sus torres bien cimentadas.
La Calahorra, un topacio,
junto al puente bien plantada.
Turquesa el Guadalquivir,
con sus aguas plateadas,
fluye, sereno y tranquilo,
levantando frescas auras.
Viejos molinos soportan
el ímpetu de mis riadas
y resisten fieramente
como la noria Albolafia.
En sus sotos se cobija
una variada fauna;
monumento natural
que el mundo entero lo aclama.
El puente romano surge,
de estas líquidas entrañas,
como diadema y corona
que las ciñe y las ensalza.
La catedral , con su torre,
de Rafael coronada,
que el gran Hernán construyera
como una nueva giralda,
unidas a las iglesias
que San Fernando fundara,,
se dibujan en el cielo
como devotas tiaras.
San Andrés y San Lorenzo,
de magnífica portada;
San Pedro y la Magdalena,
famosas y renombradas;
la recia Santa Marina,
conocida de Aguas Santas;
San Nicolás y Santiago,
con otras no enumeradas,
son los corales divinos
de mi Córdoba la Llana.
El murmullo de tus fuentes,
los oasis de tus plazas,
el Cristo de los Faroles,
los palacios de Viana,
del Carpio, de Villalones
y también de la Fuensanta,
son otros tantos rubíes
que tu hermosura resaltan.
La Corredera un zafiro,
tallado en forma de plaza,
pintada de color rojo
en sus pilares y arcadas;
de sus balcones se cuelgan
gitanillas, albahacas,
geranios y clavellinas
que sus olores exhalan;
el aroma es penetrante
por toda la balaustrada
y se expande por el aire
de las frescas madrugadas.
En la plazuela del Potro
hay una antigua posada,
que, del hospital de enfrente,
está siempre enamorada,
ya que conserva los cuadros
que nuestro Julio pintara.
La judería es un barrio
bordado de filigrana,
estrechas calles floridas,
llenas de casitas blancas,
Córdoba entera atesora
el embrujo que cantaran,
Machado, Azorín y Lorca,
con sus voces afamadas.
Si todos tus monumentos
son joyas que te engalanan,
más preciosas son aún,
las que tus hijos encarnan:
Séneca, estoico filósofo
de la época romana;
Lucano, noble poeta,
autor de la Farsalia;
famoso obispo fue Osio,
de la religión cristiana;
Ibn Zaydun en poesía,
y la princesa Wallada;
Abderramán , el califa
que conquistó media España;
Averroes y Maimónides,
en la era musulmana;
Góngora, elevó a la cumbre
la poesía castellana;
El Duque de Rivas, Ángel,
escribió con pluma clara,
una tragedia romántica,
a la ópera llevada;
Julio Romero plasmó
a la mujer tan lozana,
con sus ojos azabache,
que te enamora y encanta.
Es imposible nombrar
a una familia tan amplia
de filósofos y médicos,
de sabios de talla alta,
escultores y pintores,
orfebres de oro y plata,
artistas y dramaturgos
que a la gloria te levantan.
¡Si cordobés yo no fuera,
quisiera que circulara
por la sangre de mis venas,
el espíritu que empapa,
de tus guerreros el brazo,
de tus poetas el alma,
y el corazón de tus mártires
en ardores los inflama!
¡Gran honor es para mí
ser fruto de tus entrañas!
Córdoba 17 de junio de 1985
Revisado octubre 2019
Dedicado a mi compadre Rafael Yáñez