Llegaste con el cuchillo azul de la mañana que incendiaba la rosada palidez de la aurora.
Las estrellas , trémulamente puras, palidecían asustadas en el éter.
Te vi surgir como una inmensa bola de oro.
Los gritos del silencio jugaban con los vapores matutinos que temblaban y se transformaban bajo los débiles e inaudibles quejidos del viento.
Las madreselvas, cuajadas de rocío, lloraban colgadas de los muros derramando sus transparentes lágrimas.
El sueño dormía en brazos de la vida.
Fue entonces cuando cogí tus manos de violeta, lívidamente pálidas. Acaricié tus dorados cabellos con ternura.
Las auras eran aromas de tus senos y quedé prisionero de tu talle.
Entonces besé tus labios carmesí con amor apasionado.
Cerezas de encendida corteza estallaron en el aire. El orbe entero se incendió con rojas llamaradas del volcán de nuestros cuerpos.....
Te amé como nunca te había amado. Los dos bailamos al compás mientras una lava ardiente corría por nuestras venas y bañaba nuestra piel...
Apagué mi sed en la fuente de tu vientre y me bañé en los lagos de tus ojos de esmeralda....
El cuchillo azul quemaba dulcemente...
Nada existía.... Sólo tú y yo fundidos para siempre.
Reina Sofía, madrugada del 27 de febrero de 1986
Imágenes literarias muy atrevidas al son de un amor apasionado. Muy bien.
ResponderEliminarYo no las veo atrevidas, sí sensuales y vivenciales. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Muy sugerente y descriptiva como lo es un buen amor
ResponderEliminarEl amor es la sal de la vida. Gracias Lourdes
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