En el camino hacia el norte,
por Puerto Calatraveño,
me encontré a una muchacha,
preciosa como un lucero;
su rostro de nieve pura
y su cabello muy negro,
su cuello de piel de seda
y sus ojos como el cielo.
¡Hermosa como la luna
las noches de cielo abierto!
¿Qué haces aquí chavala,
en este monte tan lejos?
Atiendo a este ganado
con ayuda de mis perros;
tengo cabras, tengo ovejas
y también muchos corderos;
como ves soy la pastora
del pueblo de Alcaracejos.
Me enamoré de su talle,
bailando al son del viento,
de sus manos tan curtidas
con olor a flor de heno
y de sus ágiles piernas
veloces como los ciervos.
¡Pastora que me enamoras
con tu voz y con tu cuerpo,
con tu pelo de azabache
y con tus ojos de cielo!
¡Vente conmigo hacia el norte
y deja Calatraveño!
¡Te vestiré de damasco
en mi palacio de invierno
y desde ahora serás,
princesa de Alcaracejos!
¡No temas por tus ovejas,
ni por tus lindos corderos
que alegres pacen los montes
por las navas y roquedos!
¡Ellos saben que vendrás,
volando como un jilguero,
y les cantarás canciones
con tu voz de terciopelo,
que ahuyentarán a los lobos,
con ayuda de tus perros!
¡Pastora de esta majada
en Puerto Calatraveño!
¡Ninfa de agrestes montañas!
¡Princesa de Alcaracejos!
Córdoba 29 de enero de 2020