sábado, 22 de agosto de 2020

Córdoba y los Sotos de la Albolafia

 

 

Mil  gracias  derramando

pasó por  estos  sotos  con presura,

y,  yéndolos mirando,

con sola  su figura

vestidos  los  dejó de  su hermosura

San  Juan de la  Cruz

 

    Las  blancas  gaviotas vuelan sobre  las  ondas  de  plata  del Guadalquivir que  besan  las  doradas  piedras  del  viejo puente  romano. Los  cormoranes  bucean  en su vientre junto a los  robustos  cimientos   de  tan vetusta  construcción. Los álamos, los  fresnos, sauces  y abedules  albergan una  variada  fauna de  aves  que  juegan y  aletean entre  sus  ramas, mientras se  cortejan y  alimentan a  sus  polluelos. Las  garzas y las grajillas, desde  las umbrosas  orillas, observan al  martín pescador bajo una  melodiosa  sinfonía  de cucurras y silbos  sonorosos. Estos  sotos  otorgan  a  Córdoba  un  sinfónico  bosque   vivo, que  canta  la  gloria  de  su pétrea  arquitectura  imbuida  de  gloria  y majestad. La  brisa, que  el  río  desprende, flota  como débil  bruma y se  despliega bajo  la  puerta  del  puente, arropa  como vaporoso manto  la  estatua  del triunfo de  San Rafael  y besa  los  muros  de  la  mezquita,  disipándose en tan  amoroso  ósculo. Bajo  los  arcos  del  puente  la  plata  fluye  con rumores  de  palomas   que  se  arrullan y  de  patos  que  surfean  la  corriente. Cuando  llega  mayo, emborrizado   de  sol y de  los  frescos  aromas  de  las  flores, los  sotos  despliegan  la  exuberante  hermosura  de la primavera  que  los  viste con su  verde  manto bordado de  frescura  y de  mágico encanto. San  Rafael, desde  su triunfo, escucha  al viento  que  juega  entre  las   ramas  de los  árboles  y cimbrea  las  adelfas  y eneas  en las  márgenes  del  río. El viento  que  nada  piensa  y que  palabras  no dice pero  a  quien  es  tan bello escuchar. El viento  en los sotos  es  un dulce  canto , que  vibra  igual que el  trino de los  pájaros, y vuela, como un ángel, por  los  jardines  y las  estrechas  callejuelas  de la  judería, perfumadas  de jazmines  y azahar, y se  duerme  en el  florido  paraíso de los  patios, recintos  de  aromas , de  colores  y poesía....

  ¡Por  eso  yo  te  amo, Córdoba  mía! ¡Córdoba  adornada  de  palmeras  y naranjos, de  claveles  y de  rosas, de geranios  y  alhelíes  que  por  tus  parques  sonríen!  ¡Cuando la luna  te  baña  con los  rayos  de  su lumbre y el  murmullo de  tus  fuentes canturrea  en tus  jardines, las  estrellas  tintinean  en el  cielo que  te  cubre y  se  bañan en el  río que  con sus  brazos  te ciñe, para  admirar  la  belleza  que sobre  tus  sotos  reluce!

                                                       

                                                               El Vacar  30 de  julio de  2020

 

4 comentarios:

  1. Con solo leer tu descripción se ve el amor que sientes por Córdoba, cuando te adentras en la exposición y vas imaginando según tu descripción, casi que puedes ver toda presentación que nos narras... Precioso.

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  2. Muchas gracias Lourdes, me alegra que te haya gustado

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  3. Siempre me ha parecido Córdoba una ciudad encantadora, pero en tu amorosa prosa poética parece el paraíso.
    Enhorabuena por tan hermosa elegía.

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  4. Muchas gracias Pedro. Siempre he estado enamorado de Córdoba y la llevo dentro de mí

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