En la soledad de Santa Marta se apagó tu voz como se apaga la vela que ha quemado toda su cera para dar luz y calor. Pero ha quedado tu ejemplo de vida como un legado, como un faro de luz que ilumina a la jerarquía de la iglesia y a los graves problemas que afectan al ser humano.
Cambiaste el boato papal de palacios, zapatos rojos, oros, púrpuras y oropeles por la sencilla sotana blanca, símbolo de la pureza y caridad evangélicas que practicaste con tu vida. En tus manos el evangelio fue real; fue consuelo, fue abrigo, fue pan y esperanza para los pobres, los parias y los olvidados . Visitaste a los presos, a los inmigrantes y a cuantos la "buena sociedad" desprecia y tiene marginados.
Gritaste contra la guerra, y llamaste al cuidado de la Tierra, nuestra casa común. Fuiste un humilde servidor, un pastor de los olvidados que hizo vida el mensaje de Jesús. El que quiera ser grande entre vosotros debe ser vuestro servidor. No te has marchado pues los pobres te guardan en su corazón y tu ejemplo perdura como perdura la buena nueva del Evangelio,
Que San Francisco y los ángeles te reciban en el abrazo del Padre y que tu semilla de amor y de servicio no deje de crecer y florecer entre los que se consideran "príncipes" y grandes tanto en la Iglesia como en el mundo.
Descansa en la paz que tu alma anhelaba.
¡Francisco del pueblo! ¡Francisco del alba! ¡Hermano del viento, del sol y del agua!