martes, 18 de junio de 2024

Un día veraniego como tantos

 


      El sol calienta la tierra  con sus dorados fulgores. Yo escucho música sentado bajo las frondosas ramas de un verde cedro. Los  mirlos y las urracas rondan el cercano peral buscando el momento propicio para picotear las peras y salir  volando ante el más mínimo movimiento. La música instrumental que  flota en el ambiente, y que yo escucho para despertar  mi inspiración  mientras escribo, no les  espanta, al contrario parece  atraerles pues acompaña su delicioso banquete. Los  gorriones  juegan sobre el suelo y los petirrojos  se esconden  en el erguido ciprés y en las  las tupidas madreselvas; las  tórtolas  arrullan sobre las ramas de los  altos pinos y las recias encinas.

    Todo es serena  tranquilidad, No existe nada sobre la tierra que yo ambicione poseer. Tampoco conozco a nadie a quien   quisiera envidiar. Mi vida y mi existencia me parecen un sueño que he  vivido casi sin darme cuenta . Todos los sueños pueden ser realidad si el sueño  no se acaba. Pero, ¿ acaso la realidad  no es un sueño?. ¿No será la muerte también un sueño?¿ La muerte es tan real como la vida que he vivido y que pienso que es un sueño? Con estos intrincados pensamientos arrojo mi pasado, mi soledad, mis penas y pesares al abismo del olvido y dejo que mi mente y mi espíritu   floten sobre los  esbeltos cedros, sobre los altos pinos y las  fuertes encinas al compás de la música que embriaga mis oídos. Arropado por tan deleitoso sonido  vuelo sobre la  incierta realidad de mi presente. Asciendo, subo  hacia el cielo azul  en alas  musicales. Los acordes que percibo son como  las olas  de un plácido mar  que acunan y balancean el barco de  mi cuerpo y de mi espíritu. Las ramas de los árboles  danzan al son de la orquesta movidas por un ligero  viento del oeste. ¡Qué dulce  calma  y qué íntimo  gozo no comprado! No tengo palabras  para expresar  lo que siente  este  achacoso viejo que, en ocasiones, se siente  poeta.

El Vacar  18 de  junio de  2024


viernes, 7 de junio de 2024

Cuando me haya ido

 Cuando yo me haya ido,

cuando de mí no quede nada 

sino una encina sobre mis huesos 

deshechos  en la tierra.

Cuando éstos se hayan vuelto alimento

de las raíces de los árboles.

Cuando el aliento de los  besos que  nos dimos,

los haya barrido el viento del olvido.

Cuando nuestros nombres sean como un eco perdido

en el recuerdo insondable de la historia...

Yo me acordaré de ti como una rosa blanca

en el rojo atardecer  de mi existencia;

tú seguirás  viviendo en los níveos  pétalos de la rosa...

Yo lo haré en las ramas y hojas  de los árboles.

Nuestro amor seguirá en brazos del viento

y en el suave murmullo de la brisa,

que  acariciará tus delicados  pétalos y mi frondoso follaje.